La estética de la desaparición

Hace unos días, una lacónica Carolina se lamentaba en su blog por la imposibilidad actual de desaparecer, dada la ubicuidad y efectividad de los actuales medios tecnológicos de ubicación y control. Continuando el hilo, he escaneado un artículo del último numero de la revista Wired que se ajusta como un guante a este desconcertante asunto: uno de los periodistas de la casa se propuso el desafío de, sencillamente, estar ilocalizable durante un tiempo. Y lo cierto es que le resulta complicadísimo conseguirlo, a través de una serie de aventuras muy estrambóticas de las que podemos obtener interesantes conclusiones: por ejemplo, que la mejor manera de desaparecer es ir a algún lugar donde haya mucha gente. ¿Paradójico?
Cada vez que compro esta revista me quedo flipado con lo desacomplejado y alegre de su aproximación al hecho tecnológico. Lo cual no sorprende, dados los últimos hallazgos en ese mundo: por ejemplo, robots con aspecto de animales que sirven para disuadir a los cazadores furtivos, algoritmos que modelizan la diabetes, lo último en turismo espacial low-cost, o sistemas extrañísimos y revolucionarios de notación matemática. Puto siglo XXI.
Perdón por la mala calidad del escaneo: odio las fotocopiadoras y similares, un trabajo que deberían realizar robots y no personas. Feliz fín de semana a todos, y recordad que un millón de cámara nos vigilan. Si estoy un tiempo fuera de cobertura, no me busquéis: sencillamente, estaré desaparecido.