lunes, 30 de noviembre de 2009

Señor ten pieDadad


Si la crítica e historiografía musicales no fuesen tan rutinarias, aburridas y catetas, a buen seguro tendríamos una buen colección de libros sacando el petróleo cultural escondido en la ya larga leyenda del rock, trazando lecturas interesantes y sobreponiéndose al lamentable papel de nuestros juntaletras actuales, a los que lo único que les interesa es diferenciar los discos "buenos" de los "malos" sin ni siquiera haber formulado con claridad su paradigma (que lo hay, y no es cuestión baladí). Escribir sobre música debería ser no sólo un ejercicio de inventariado o enjuiciamiento: tambien debería serlo de pensamiento.
Sorprende la ausencia de una literatura rockista verdaderamente intrincada con la sociología y la antropología, y no me refiero a los típicos y absurdos artículos de fondo de las gacetillas y semanarios de las grandes cabeceras. Los únicos estudios mediánamente sensatos utilizan como tema central algún macguffin cargado de excepcionalidad en aras de mantener la ¿indudable? ligazón de la música popular con los intereses sociales más desatendidos. Quiero decir: hay libros sobre "Pop y homosexualidad", o "feminismo y rock", "soul y reivindicación negra", o "la música de la caída del muro". Pero muy poco se suele reflexionar sobre el papel del pop y el rock en el aquí y ahora de la vida burgeusa cotidiana, plana y aburrida que llevamos todos, y sin acudir a subterfugios como "el pop en el cambio de milenio", "internet y la industria musical" o argumentos similares. En ese sentido, el maniqueo pero ocurrente "Rastros de carmín" resultaba modélico, como el contemporáneo y espectacular "El ruido eterno", si bien ambos se pierden en la definición de un Gran Relato, lastrando la oportunidad de indagar en las necesarias y pertinentes microhistorias subyacentes.
Un tema muy interesante, por ejemplo, sería estudiar los motivos por los cuales un músico es susceptible de ver su vida llevada al cine como paso generalmente confirmador de su entrada en la leyenda. ¿Qué músicos han tenido su biopic más o menos exitoso? Así a vuelapluma a todos se nos ocurrirán los mismos: "Bird" sobre Charlie Parker, "Sid & Nancy" sobre los idems, "The doors" sobre Jim Morrison, "Tina" sobre Tina Turner, "Control" sobre Ian Curtis, "Last days" en torno a Kurt Cobain, "Stoned" sobre Brian Jones, "Backbeat" sobre el quinto Beatle (Stuart Stutcliffe), "Velvet Goldmine" como un apócrifo Bowie. Todos ellos tienen un indudable nexo en común: son historias de mártires, cargadas de liturgia eucarística, hagiográficas y trascendentalistas, en las que el personaje retratado aparece invariablemente legitimado por la misma condición: la inmolación de todos ellos es consecuencia de las vilezas de un entorno social que intenta acabar con su singularidad. Cada cual a su manera y de modo más o menos retorcido, todos ellos están en los altares como heróicos sufridores de la incomprensión de un entorno que, ora los deplora, ora los vampiriza. (En ese sentido es muy interesante comprobar cómo algunos artistas tremendamente exitosos en vida, que lo tenían asbsolutamente todo (Jim Morrison, Kurt, Brian Jones) han entrado en la leyenda com outcasts, torturados por el modo en el que el éxito los reduce a una parodia). Más allá de lo infantil de semejante deificación del cadáver bonito para alternativos ateos, el tema tiene su chicha.
La comparación con la biografía de Jesucristo es tan obvia que no merece más que un par de líneas. Pero quizás no sea muy venturoso especular con que esa eterna Leyenda de la Estrella del Rock Muerta Prematuramente, esté relacionada con la propuesta de Sigmund de un Malestar en la cultura: amar al sacrificado como ejercicio esquizofrénico en el que somos simultáneamente mártires y verdugos, exorcizando la misantropía vengativa que todos tenemos dentro y de la que sincrónicamente todos nos sentimos víctimas. Recomiendo vívamente la lectura de ese libro, porque expone hasta qué punto el sadismo y masoquismo social del hombre está arraigado en nuestras profundidades. Sadomasoquismo de fase anal maquillado de tragedia posmoderna para posters de dormitorio suburbano.
No sé, quizás resulte un poco desagradable la comparación, pero puede que la indudable algarabía y morbo despertados con la muerte de Michael Jackson o Lady Di, no disten mucho de los sacrifios humanos que han practicado históricamente tantas y tantas tribus y culturas, por mucho que creamos que esas barbaries hayan quedado sepultadas por el progreso. No me parece mal y de hecho lo encuentro hilarante, aunque mucho sacerdote del rock debería relativizar su integrismo respecto a ciertos asuntos: donde muchos están viendo figuras legendarias, otros encontramos sólamente a los muñecos de vudú que matoforizan nuestro victimismo respecto a una sociedad que sentimos opresiva porque, topicazo freudiano en los cimientos del rock, el infierno son los demás.

4 comentarios:

  1. Hola, ahora no tengo tiempo de leer el post, vamos a Lugo y lo leo luego...Te dejo el último largo de Monolake, muy tétrico todo él:

    http://www.nodata.tv/2009/11/monolake-silence-2009.html

    *Acuérdate del pass:nodata.tv

    ResponderEliminar
  2. Tristan Tzara en imágenes, una vuelta de tuerca más. Leyendo a Marina, ¡eh!

    Saludos
    César

    ResponderEliminar
  3. Con de Tzara me refiero a la foto de cabecera de tu blog. Me parece muy original como proceso creativo.

    César

    ResponderEliminar
  4. Con lo de Tzara me refería a la foto de cabecera de tu blog. Muy original como proceso creativo.

    César

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.