sábado, 27 de febrero de 2010

Geometria y subjetividad


A los interesados en el arte, les recomiendo la lectura de Rudolf Arnheim: un psicólogo alemán que escribía manuales sobre percepción visual. Como acercamiento empírico y "científico" a las artes plásticas, no tienen precio. Leyéndolo, uno tiende a pensar que la naturaleza del arte no es otra que la del refinamiento de los sentidos, a un nivel casi zoológico.

La percepción es un tema apasionante: es en ella, y no el la psique lingüística (como creían Freud, los estructuralistas y muchos otros) donde se encuentra la frontera con lo real: la percepción es algo así como la puerta de la verdad, si es que esta existe. El delirio empieza ya en la construcción de la imagen perceptiva: mirar es delirar.

Menos mal que tenemos la geometría, a la que tantos ascos hacemos. Es una herramienta fabulosa, que nos ha dado casi todo lo que tenemos. Para mí, hay algo de sagrado en ella, tan misteriosamente exacta y flexible, tan abstracta y a la vez tan vigorosamente presente en todo lo percibido. Newton describía el universo como una gigantesca construcción geométrica. Sus leyes cosmológicas son gráficas tridimensionales. Mecánica.

A los físicos, hoy en día, esa geometría que conocemos ya nos les resulta útil. Lo extremadamente pequeño y lo extremadamente grande se rigen por parámetros de Riemann y topológicos, o sobre estructuras que, a nuestro juicio, parecen aleatorias. Existe un limite por arriba y por abajo en los que la geometría parece tener final.

Pero a nuestra escala, sigue siendo completamente válida. Ha sido siempre aliada de los idealistas, pero tambien de los empiristas: su versatilidad y belleza han estado presentes en todos los avances de las artes y las ciencias. Y de la percepción. La arquitectura (la estética, la resistencia de materiales, la mecánica de fluídos) sigue hoy en día necesitada de su utilidad. Pero tiene muy mala prensa, se busca desesperadamente su obsolencia, más o menos desde los impresionistas.

La geometría tiene esa cualidad mágica de las matemáticas, consistente en funcionar siempre. Nunca falla, nunca se equivoca, su ley impera apaciblemente, con amabilidad, trazando el movimiento de las nubes y las sinapsis interneuronales. Es siempre un refugio de la belleza, y de la inteligencia.

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