lunes, 25 de enero de 2010

pixel


Recomiendo vivamente esta entrevista con Rem Koolhaas, un acercamiento generalista y no gremial a la figura del arquitecto vivo más influyente del mundo y al que todas las ratas colegiadas atendemos como si de nuestro Flautista de Hamelín se tratase. Con lo huraño y ensimismado de su lenguaje corporal (fijaos que apenas mira a la entrevistadora, no aparta los ojos del horizonte y prefiere expresarse con los brazos cruzados y a media voz), lo neutro de su aspecto (pulcro, escueto, puritano y moderno) y lo prudente de sus declaraciones, este celebérrimo holandés encarna el desconcierto y desarraigo de los proyectistas contemporáneos. La arquitectura, como ejercicio de intermediación entre energías a menudo antitéticas (economía, impacto emocional, ecología, sociología…) es seguramente el campo de batalla en el que con más virulencia se libra la contienda, técnica pero también espiritual, de qué hacemos con el mundo. Ni los políticos ni sus clientes (la sociedad) saben cómo quieren vivir ni hacia dónde dirigir su errático devenir: el planeta americano es una bola de nieve que cae descontrolada y los arquitectos estamos completamente desconcertados ante esta angustiosa falta de dirección. Como profesionales, vivimos esta situación con desconcierto, al carecer de cualquier tipo de utopía o línea de fuga sobre la que consensuar nuestros trabajos. Ya lo dice Omar Calabrese: vivimos en un neo-barroco como consecuencia de carecer de un vector al que amoldarnos, tras constatar que el devenir universal es un movimiento tan rápido como caótico cuyas riendas nadie se atreve a manejar con firmeza. ¿Cómo es el mundo en el que os gustaría vivir? ¿Cómo imagináis las ciudades dentro de 100 años? Koolhaas no lo sabe, y así lo reconoce, y por ello seguimos construyendo el mundo aleatoriamente, a base de parches, y apelando a una falsa pluralidad ideológica que está transformando la aldea global en una gran ciudad genérica mucho menos diversa de lo que nos promete la falaz democracia digital.
El mundo es un supermercado, y nosotros no tenemos a culpa, parece resumir Koolhaas en su discurso siempre distante.
Cualquier forma de optimismo en el ensordecedor estruendo del libre mercado sobreviene, inevitablemente, con mucho cinismo. Los arquitectos estamos muy desorientados al constatar que la multiculturalidad de la hermenéutica define un paisaje desgarradoramente homogéneo. Lo local se ha reducido a pintoresquismo identitario (ni lo gallego, lo oriental o lo socialdemócrata tienen capacidad de afirmarse como disidencias a la uniformización del mundo) mientras lo real continúa conformándose como un cuadro puntillista que mirado con lupa parece albergar colores muy diversos, pero que en la distancia compone una misma tonalidad. El planeta es una masa de píxeles de todos los colores pantone, que terminan por constituír una imagen monocroma. Bajo el aparente libertinaje que promueve la tolerancia formal, subyace una agenda oculta: la ciudad genérica promueve una libertad de movimientos absoluta, funcionando como gigantesco agujero negro que se traga todos los espasmos culturales que queramos permitirnos. No sé si ello debería ser motivo de alegría o lo contrario: lo patológico es que esta realidad indudable no sea intencional, sino consecuencia de la dejadez del laissez faire.
Esto de la globalización es tan indudable en los hechos como traumática en nuestras conciencias: los biólogos no dudan de que la sostenibilidad de un hábitat necesita de la diversidad de sus componentes, y corremos por tanto el peligro de la decadencia que siempre deriva de la endogamia. Torpemente, tiene a irrigarse esa necesaria pluralidad favoreciendo “espacios de protección cultural” (los cascos antiguos, pintoresquismos del tercer mundo, disidencias perfectamente acotadas) para maquillar el hecho irrefutable de que el planeta converge a la uniformidad en los asuntos importantes: los procesos, los tiempos, los usos y costumbres. Diferentes significantes para significados terriblemente uniformes.
¿Es eso lo que queremos? Y en caso contrario, ¿qué hacer para evitarlo? Koolhaas dice que, dado que la globalización es una realidad imparable, no hay otra prerogativa que darle forma servilmente y con el mayor gusto posible, porque ese es nuestro trabajo. Las aspiraciones demiúrgicas y cuasi-totalitarias del proyecto moderno como tutelaje de la construcción del mundo, son demasiado políticamente incorrectas en los tiempos que corren: pon tu pixel y calla.
Koolhaas, como Deleuze, propone un pensamiento migratorio y adaptativo, fracturado en su fascinación (amor y odio) por las convulsas mutaciones de la máquina mercantil universal, como rendido enamorado de la erótica del poder. La controversia en torno a su persona, no obstante, es completamente injustificada: él parece el único que se atreve a verbalizar afirmativamente lo que el resto de la profesión ejecuta inconscientemente o enunciando vaguedades incoherentes. Extrae el subtexto común que une a Siza, Zaha Hadid, Moneo, las Expos Universales o FADESA: los arquitectos pueden discutirlo todo, excepto lo indiscutible. Y ese tabú, el límite del discurso, la frontera de las aspiraciones del debate arquitectónico, viene impuesto únicamente por el mercado. La frontera de lo futurible no es técnica, conceptual o diagramática: de ciencia y de métodos vamos sobrados. Pero como profesionales estamos rodeados por la alambrada que impone la complicidad con la omnipotencia de la idea de que el suelo y las construcciones son esencialmente productos económicos sometidos a los vaivenes de las transacciones mercantiles.
¿A dónde voy? A que tras la aparente imparcialidad y estricto pragmatismo de los holandeses, se da vida a una ideología ¿inasumida?: el reconocimiento de la Ley de la actual estructura productiva como rectora del mundo que podemos permitirnos imaginar. Una pirueta conceptual que no me gusta nada: implica priorizar el qué tenemos sobre el qué queremos tener. La cuestión de fondo no es, ni mucho menos, arquitectónica, pero como profesionales no podemos eludirla de ninguna manera: es el tuétano de lo que estamos haciendo a diario. Lo de poner váteres y farolas ya lo saben hacer los ingenieros, con cuya eficiencia resolutiva no podemos medirnos.
Dice también Koolhaas que ahora los arquitectos ya no escriben, y esto lo suscribimos completamente: somos una gente muy inculta como ya he dicho mil veces, cuando la supervivencia de nuestra profesión pasa por la capacidad de producir ideas. Las ciudades son espacios con nula capacidad de sorpresa, y un encanto progresivamente menguante. Aburren. Es casi imposible ejercer esta profesión con una actitud esperanzadora, como en general cualquier otra.

24 comentarios:

  1. cualquier otra actitud o cualquier otra profesión?quicir

    hablando de todo un poco, hoy soñé que te pasaba "algo". Ándate con ojo. Mi madre se pasó años soñando con un niño en una cueva y ahora mira tú a bin laden.

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  2. hablando de todo un poco, llevo unos días mascullándolo: los soprano me parece una mierda.

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  3. doctor en alaska nunca será ni ínfimamente igualada.

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  4. koolhaas y su puta madre:


    http://www.youtube.com/watch?v=SwXm1F3l9uA

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  5. Doctor en Alaska sólo gusta a feministas amargadas.

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  6. el amargor es un aspecto fundamental de la vida, la cobardía no tanto!

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  7. la estupidez supera a todos

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  8. cuanto resentimiento e intriga

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  9. Doctor lofatal en alaskasturias25 de enero de 2010, 7:24

    madre mía como anda el patio!
    hablando de todo un poco(a partir de ahora:HDTUP) creo que "comparar" Los Soprano y Doctor Alaska es un poco raro.
    Ayer un amigo me miraba raro cuando le decía que estaba enganchado a 24. Es lo que tiene, te pasas toda la vida yendo de guay, VOS, y la gente cree que no puedes disfrutar con una peli de acción.
    Tengo pendiente ver a fondo los soprano, pero si me pareciera una mierda tendría claro que lo diría, la mejor serie de la historia, pamplinas!
    y koolhass otra mierda!!jaja!!

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  10. se abrió la veda25 de enero de 2010, 7:32

    los soprano la mejor serie de la historia desde que la historia la cuentan idiotas, claro

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  11. usted sí que es guay, ilumínenos!

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  12. ¿la mejor serie de la historia no era lost?

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  13. usted sí que está perdido. ERA. Hasta que apareció un tal Jacob.

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  14. Ya, los Soprano tienen un grave problema: son algo así como 80 y tantas horas de visionado, y afrontarlo es casi como abrir el "En busca del tiempo perdido": tienes que estar en el momento y el lugar adecuado para hacerlo. hay que tener el cuerpo jotero.
    Los pocos episodios que ví me gustaron a medias, pero lo cierto es que las desventuras de un mafiosete machista y su sumisa esposa me ponen un poco de los nervios. Lo siento, pero Tony me parece demasiado cabrón como para dedicarle 80 horas.

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  15. lo mejor es dedicarselas a 2 cabornes de 40 horas o a 4 de 20 horas :-)

    -x-


    a mi los sopranos me entretuvieron bastante,

    six feet under es super recomendable chq

    -x-

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  16. el video es genial!!!

    consumir, rapidez, aburrimiento, devenir, disfrute...

    vale tanto para ver los Soprano como para transitar por Caracas... para gustos, velocidades

    OSR

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  17. estoy de acuerdo con -x- ... los soprano me gustó, me entretuvo mucho mucho mucho,... pero no saqué más que eso. mucho tiempo de buen entretenimiento, lo cual no me parece poco.

    six feet under es la caña!!! sin ningun tipo de duda

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  18. ojo, son 3 partes, en youtube está el resto, muy recomendables.

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  19. OSR, juraría que en el minuto 3:28 aparece Miuccia Prada, con su aspecto amarujado

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  20. sí sí es ella, pero como se parece a Zaha Hadid un poco... ambas tienen la nariz apirujada más que amarujajajada

    Dicen que es una víbora, de hecho en la bota está causando furor una autobiografía no autorizada que la pone a caer de un guindo.

    Yo siempre he pensado que Koolhaas-Bertelli es una alianza creativa perfecta... con ayuda de Petra Blaisse y alrededores han acuñado una estética povera-chic que no sólo ha cuajado sino que se ha convertido en una estética influyente, como del nuevo milenio (lo que Kawakubo no consiguió arrimándose a Future Systems)... pero no sé, hoy la verdad es que todo me parece una payasada... me hacen gracia esas cuatro gruítas volteando el zurullo ese de pabellón...

    OSR

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  21. comprendereis que lo de "autobiografía no autorizada" es como muy cuarto milenio, verdad?

    OSR

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  22. pues siempre había pensado que la Prada era muy rikiña, tiene cara de buena persona, y se la ve elegante y diplomática. ya me informaré... sí, finalmente es todo un poco payasada, estoy intentando informarme de ´"últimas tendencias en arquitectura" pero lo que encuentro es lo de siempre, más algún que otro apunte guerrillero a lo Lacaton Vassal (por cierto, hay youtubes suyos tambien) que veremos en qué terminan...

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  23. Para hablar de una serie en esos términos lo primero que hay que hacer es verla, porque hablar de lo que no se conoce con esa rotundidad me parece de necios. Doctor en Alaska no me gusto demasiado, en su momento, nunca me apetecio verla demasiado, me dio pereza, creo que simplemente no coincido con su planteamiento. De Los Soprano, podría decir que construye y profundiza la variada personalidad de una pandilla de gansters, que tiene su ejemplo reducido en una película como El Padrino. Lo que pasa con esta serie es que hay que degustarla sin prisas y con compañia.

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  24. Por cierto, a mi, personalmente, me parece, LA SERIE. Lo que pasa es que está sociedad, acuciada por la inmediatez, no se puede detener a catar semejante manjar, y desaprovecha esta oportunidad única e irrepetible.

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