domingo, 3 de enero de 2010

Carmen Lomana y Albertine

"Proust enamorado", William C. Carter

Intenté hace tiempo leer ese ladrillo inescrutable que es el “Proust y los signos” de Gilles Deleuze, siendo ambos autores que me interesan por separado, pero que juntos conforman uno de los más indigestos cocktails culturales que podáis imaginar: poner los barroquismos decadentistas de Proust en manos del bisturí deleuziano es como atar cerdos con longanizas. O juntar el hambre con las ganas de comer. De hecho ni siquiera terminé “En busca del tiempo perdido”, del que apenas leí dos tomos, pese a lo fascinante que me resulta (o resultaba) el concepto Proust: en abstracto, la idea de documentar con afán simultaneamente analítico y enciclopédico la arquitectura sentimental del urbanita ocioso, parece un afán encomiable y fastuoso.

Pero llevado a cabo a la manera de Marcel (compulsivamente minuciosa, con una retórica muy compleja que fluye como el jazz, sesuda y radical) resulta una estrategia demasiado autoindulgente, en lo que constituye en mi opinión el más opulento monumento a las neurosis del yo de los últimos siglos. Nadie nunca en ningún lugar ha señalado una coma mal puesta en el librito de marras, pero a día de hoy, en dada2000 la reserche nos parece un cansino evangelio del egomaníaco encantado de enunciar la poesía de yo y mis colores, yo y mis sabores, yo y mis amores, yo y mis dolores.

Teoría conspiranóica: Proust forma parte de una estrategia de dominación política desde las altas instancias que favorecen la pasividad del ciudadano al mantener a éste ensimismado en delirios sentimentales autoreferenciales. Cuando el votante está permanentemente obsesionado con sus celos más gratuitos, con delirios familiares psicoanalíticos y minidepresiones cargadas de la épica de clase media, no tendrá ningún interés en mirar a su alrededor. Esta conspiración que te dice pérfidamente tú eres lo único importante cuenta con amplios apoyos en los estamentos culturales: la academia existencialista, la ópera de uno mismo que es el mundo del rock, el cine sentimental, ... Proust puede leerse como el corolario respetable y erudito de la moral individualista del capitalismo. Todos habitamos nuestro particular poemario del tiempo perdido, y nuestros interiores son la fortaleza inexpugnable de la novela trágica en que hemos convertido nuestras autobiografías. Pero dejemos el epígrafe: son sólo especulaciones conspirativas sensacionalistas y vanidosas.
Terminé en navidad un simpático libro, el “Proust enamorado” de William C. Carter que me regaló mi madre tras leer hace unos años la reseña en el Babelia, y que resulta un refrescante acercamiento a Marcel, al que a partir de ahora nos referiremos como Marcelina. Porque en esta accesible y divertida biografía sentimental del divo, éste aparece retratado como alguien bien diferente del Proust al que estamos habituados: frente al arquetipo del pelele frustrado y ensimismado en su soledad enfermiza, encontramos a una loca desbocada en azarosas derivas de amor fou, saltando de los altos salones palaciegos a los putiferios gays más petardos, permanentemente enamorado de efebos y sirvientes de todo pelaje, con abundantes dosis de frivolidad y perfectamente integrado en su círculo social de poetas millonarios, marujas de alta cuna, fiestonas a todo trapo y vacaciones perpetuas.
Marcelina tenía todo el tiempo del mundo para obsesionarse a placer con sus celos, sus lagrimones y sus bochinches. Descrito como el típico marica decadentista con zapatos blancos de vacaciones en Tanger, perdiendo los papeles por el culito del chofer, Proust vive una vida glamourosa y de cotilleo permamente, con anécdotas tan jugosas como su cita con Oscar Wilde o un chapucero duelo a muerte en el que salvó la vida del modo más torpe y calamitoso. Quiero decir: hay una genealogía que ata “En busca del tiempo perdido” con “La montaña mágica” o “Muerte en Venecia” de Thomas Mann, y otra que acertadamente lo adscribe al psicoanálisis, y otra incluso a la deconstrucción. Pero en “Proust enamorado” queda claro que una de los más evidentes vectores de fuerza de Marcelina lo uniría con el Hola!.

Está de moda, Callejeros mediante, esa fascinante post-freakie haute-couture que es doña Carmen Lomana, cuya escuálida figura condensa las esencias destiladas de las fantasías burguesas sobre la clase alta: viuda favorecida por un descomunal braguetazo, multimillonaria atontada en sus oropeles, asquerosamente elegante, con su insoportable entonación de pija ostentosa, sin cerebro, sin corazón. Lomana es el prototipo de persona odiosa para el oficinista de ciudad, que lee el Cuore con supuesta ironía pero que, en el fondo, odia a este tipo de celebrities porque posee todo aquello que al urbanita de clase media le gustaría tener. Cada aparición de Carmen Lomana en televisión viene cargada patéticamente de una mirada cómplice con el espectador: los periodistas nos dicen subliminalmente mira qué asco de mujer, mira qué tonta, mira qué absurda, ódiala. Y por eso en dada2000 no la odiamos: a fín de cuentas, Carmen es lo más cercano que tenemos hoy en día a los personajes de la reserche. Lomana sirve perfectamente como reencarnación de la proustriana Albertine.
Sin subterfugios culturales, la chica me cae muy bien: hay en ella una honestidad muy valiente, y su asunción de la condición de objeto de ira en tiempos de crisis, la convierte en la freakie más inusual y jugosa del lodazal televisivo. “Proust enamorado” me ha proporcionado una revelación sobre la naturaleza de la pasión fou: el amor a la persona equivocada, a la persona más abyecta, al ser más despreciable. “En busca del tiempo perdido” es estar enamorado de Carmen Lomana, y no perdir perdón.

11 comentarios:

  1. hola césar, verín brut a gogo. ya estás na coru? eu sí. chqu.

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  2. sí hija sí, coruñeando sin parar :-(

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  3. V ideando al V erinés4 de enero de 2010, 3:59

    Me lo paso pipa escudriñando en las estanterías verinesas, Peazo de nerd room...Tienes que dejarme LOOPS...Qué pone en la bandera yanki-yonki?
    A ver si te llamo un día de estos. Estampé el móvil contra la pared y perdí tu número de fijo (el otro no), mándalo en sms please.
    Bicos.

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  4. Kpullo!!!! te he invitao milmillones de veces, así que tú mismo, si quieres ese libro y otras maravillas tendrás que ir a buscarlas...

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  5. ah! la bandera es de los sex pistols, y pone "pistols shock usa"
    y esta imagen:
    http://cgi.ebay.com/ws/eBayISAPI.dll?VISuperSize&item=330384930543

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  6. dios, algún día harán un docu a lo michi panero en tu casa de verín. puedo?

    si a llara le valieran mis créditos sería guay, pero si no tiene prohibido salirse de la senda de la FP.
    Cuando me señala algún edificio(tal cual) la riño.

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  7. son las 5:30 acabo de llegar a la piltra eludiendo controles de alcoholemia y me he encontrado con este mensaje que me ha dejado flasheado. Olmo, que caña, que recuerdos, que inquietud, que ganas, no lo se, que añoranza, que bien lo pasamos, cuanto aprendimos, cuanto os quiero...

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  8. 5.30 a.m. vuelta a casa nachete?¿, pero, si la noche de reyes en hoy!

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  9. Si la verdad es que el individualismo es la esencia del capitalismo, y por lo tanto el origen de todos sus males.

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  10. El jabón de marsella es atractivo a primera vista(olida), pero a la mitad del envase ya cansa. Creo que en todas las casas, incluso en algún hogar, hay algún frasco del puto jabón de marsella sin acabar.
    Por otro lado me encantan esos limpiadores colgados como si fueran parte de un arsenal, listos para disparar. Sería idóneo, por cierto, que fueran utilizados para limpiar esos cristales ya casi carglass.
    Una vez me dijiste que no entendías que tuviera la casa tan limpia y el coche tan guarro. Eso es como la cara y el culo, quien sabe donde.
    No me resisto a comentar tampoco esos tuppers sin tapa y esas tapas sin frasco. Toda una metáfora del lugar que habitan. O no?

    CILITT BANG, YO USO UNO NO CINCUENTA

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  11. de acuerdo con lo de proust, pero no con lo de lomana; hoy ha salido en la tele haciendo la capulla, diciendo que la gente del tercer mundo tiene que empezar a limpiar las calles y capulladas de ese estilo

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