jueves, 12 de noviembre de 2009

¿De dónde sale este filete?



Somos paletos

Ayer terminé de leer "La laguna", un interesante cómic de la muy indie (en la forma y en el fondo) Lilli Carre , típica ilustradora de las que hay a patadas hoy en día y adalid de ese estilo entre naive, expresionista, cursi y pop que ha terminado por convertirse prácticamente en una pesadilla por la proliferación de gafapastas impersonales que inundan blogs y fotologs con sus dibujetes de gatitos, niñas con faldas escocesas, diseños de broches y everything cute hasta el hartazgo.
En cuanto abrí el lujoso tomito, lo ví claro: esta es la típica historieta muy cuidadita y de diseño que va a recibir buenas críticas por doquier. La fórmula está trilladísima: estética minimalista, intimismo de mesa camilla, un toque mágico y referencias iconoclastas a productos de los que encantan al público "sensible e inteligente" (en este caso, los referentes más descarados son "The creature from the black lagoon" y "La noche del cazador") y tienes el típico producto supuestamente "de culto" al que nadie se atreve a ponerle ningún pero. Producto de los que supuestamente legitiman al cómic como Gran Arte. Es como una máquina milimétricamente pensada para satisfacer a los lectores que quieren sentirse especiales por participar de tan sensible tebeo. Y la verdad es que de entre los miles y miles de comics que siguen este rutinario arquetipo, el de la Carre no está mal. Si nos limitamos a compararlo con su paupérrimo entorno indie, por supuesto: este libro no se acerca ni remotamente a obras ochenteras de la misma temática como las impresionantes narraciones de surrealismo campestre de un Didier Comes, que nunca me cansaré de recomendar.
"La laguna" es lo que os digo: una fábula campestre. Pero, en mi condición de chico que nació y creció en un pueblo hasta los 18 palos, os digo que este tipo de visiones bucólico-pastoriles de la naturaleza son descaradamente de paleto urbano. En los 60 estaban de moda las películas que narraban entre chanzas y bromas las desventuras del hombre de campo en la ciudad, el arquetípico paleto, cuya dislocada cosmogonía pueblerina provocaba las risotadas de la cosmopolita y globalizada población urbana. Hoy en día, sin embargo, la tortilla se ha dado la vuelta: el pez fuera del agua, a día de hoy, es el urbanita en el campo. Ese penoso librito que es "Los pazos de Ulloa" ya inició la tradición del desconcierto del hombre de ciudad ante las particulares idiosincrasias pueblerinas del paleto más primitivo, y por mucho que se disfrace de "sensibilidad e inteligencia", la ignorancia del urbanita respecto a las dinámicas de la vida rural sigue siendo monumental.
En "La laguna", la naturaleza es tratada como si de un jardín se tratase, como una arcadia en la que se mantienen con vida las más ancestrales formas de sabiduría y donde el contexto funciona como evocación de los embrujos de la luna, hermosas creencias mitológicas y, literalmente, silvidos telúricos llenos de misterio y poesía evanescente. Lo cual no es ni verdadero ni falso: está claro que Lilly Carre nunca ha vivido en el campo porque su visión de este y de sus habitantes es la típica del turista de casa rural. El campo como paisaje y como decorado sobre el que escenificar fabulillas poéticas de la vida urbana, en una actitud muy discutible que falta completamente al respeto a la auténtica esencia de la vida en la naturaleza. Y en ese sentido, el cómic falla completamente: hubiese podido resultar creíble si los protagonistas fuesen simplemente turistas, porque como habitantes del pueblo no son más que la fantasía de una universitaria que se cree que el agro es algo parecido al sitio en el que viven los Teletubbies.
La vida del campesino es algo completamente diferente a esa fantasía bucólica tan habitual en los delirios indies. La gente allí es muy ruda, no es algo peyorativo el decirlo, puesto que cumplen una función social muy diferente a la de la ciudad. Por poner un ejemplo: para nosotros un filete envasado en plástico es una abstracción que, sencillamente, aparece en el supermercado por arte de magia. Un niño del campo, en cambio (y esto lo digo con conocimiento de causa) ve crecer a la ternera, juega con ella, le pone nombre... y llegado el momento ve cómo la matan, la destripan y se la sirven para cenar. Mi padre, siendo chaval, llevaba a las vacas a pastar a la montaña, y les cogía mucho cariño, pero llegado el momento no le temblaba la mano si había que convertirlas en delicioso churrasco. Ley de vida, señores. Y la relación con el mundo vegetal no se reducía a recoger margaritas por los prados y soñar con los gnomos que los habitaban, sino a levantarse con el sol, pasar semanas harando la tierra e intentar que ninguna catástrofe natural acabase con el trabajo de tanto tiempo. El chip es muy diferente.
Por eso, resulta especialmente divertido ese género paralelo que lleva tambien muchos años en el inconsciente colectivo que consiste en el cine de terror agrícola, rollo american gothic. Los clásicos de tan divertida y honesta tradición se cuentan a millares: La matanza de Texas, La última casa a la izquierda, El proyecto de la bruja de Blair, Jeepers Creepers, Cabin Fever... y por supuesto esa obra maestra que es Deliverance, del siempre genial John Boorman, que cuenta con dos escenas que se graban como el fuego en nuestro imaginario pesadillesco: la demencial guerra de banjos entre el urbanita sabelotodo y el paleto con cara de subnormal (ya sabemos quién ganó el desafío) y la violación de Ned Beatty a manos de un redneck out of bounds. Como némesis de la idea de The Beverly Hillbillies (paletos que se van a la ciudad y la montan para nuestras carcajadas), este pánico profundo del urbanita hacia las costumbres camperas es muy explícito de la verdadera naturaleza de la vida agrícola, culmen de la otredad: allí, la muerte está presente con naturalidad, inevitablemente, entre otras cosas porque de algún lado han de salir los filetes que saboreamos a diario, por mucho que olvidemos el preguntarnos sobre su origen. Es el eterno miedo a la amenaza que supone la diferencia.
Ese cine de terror bruto y salvajemente paleto es por eso infinitamente más interesante que esa supuesta ecología perfumada y chic, promovida por gente cuyo único conocimiento del medio rural se reduce a alguna semanita en la casa rural de turno, y las reguladas rutas de montaña con calzado ad-hoc para no mojarse los pies. A mis primos del campo, ver al típico urbanita recorriendo lacónicamente las praderas como si de un jardín etéreo se tratasen, le resulta tan cómico como a nosotros ver a Paco Martínez Soria haciéndose la picha un lío con los semáforos. Así que digamos que "La laguna" y la tradición a la que pertenece tiene más de ciencia ficción que de sentido y sensibilidad. Es un comic paleto.
Así que recordadlo, queridos indies licenciados: si váis al campo no encontraréis extraños silvidos de ultratumba en voz de alguna criatura onírica que toma vida entre los juncos: mejor, cuidad vuestras espaldas porque allí todo el mundo guarda una motosierra en el cobertizo y si dices alguna grosería puedes acabar como cocina deconstructiva en el restaurante mas cercano. X=D

11 comentarios:

  1. Prometo seguir con el hilo berlinés, pero quiero leer mucho al respecto para que quede lo mejor posible.

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  2. Pues moló este aperitivo postero...
    Me he reído de lo lindo.
    Gran verdad lo de el contrapunto entre el pueblerino y el urbanita, siempre he hecho mofa de ello y me parece un tema interesantísimo...
    A mí me acostumbraron a comer desde pequeño filetitos de ternera sin grasa ni nervios en la ciudad, aquellos filetes que no cabían en la sartén y que mutaban de tamaño mágicamente al acabarlos de freir...Es una cuestión de gustos...recuerdo la primera vez que salí de cena aquí en Galicia y sirvieron el careto de un cerdo en una bandeja, casi me da un infarto...nunca me he atrevido a comer rabo, tripa o cacheira y cada vez más, desde que tuve a Luka, me inclino hacia lo animista.
    Mi abuelo materno era muy cruel con sus nietos "catalanes", cuando había matanza nos hacía bromas espantosas...a mí llego a estamparme y refregarme en la cara una vez un hígado completo de cerdo recién salido del animal recien matado, aún vaporizante... odiaba los gritos del cerdo al morir, el olor a sangre que impregnaba toda la casa, era horrible...
    Lo de la motosierra en el cobertizo es verdad, doy fe de ello...hace poco en Guitiriz, tomando unas copas Isela y yo en una terraza a altas horas de la madrugada , alucinamos al ver aparecer un todoterreno de una empresa eólica a toda pastilla por una de las aceras del pueblo, la gente saltaba de la acera como podía, no sé como no hubo muertos...Me acuerdo que sin más, unos nativos del pueblo abrieron el capó de un coche tunning de esos, sacaron dos motosierras, las encendieron y persiguieron calle abajo al pavo del todoterreno que, gracias que no encontró ningún obstáculo...por que si lo pillan lo descuartizan...
    Oye el pavo de arriba no será de Ohio, verdad?
    Sobre los comics, ni idea

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  3. jajajajajajaja muy bueno, esas historias son la hostia, yo cada vez me siento más en armonía con la sangre del terruño que corre por mis venas. Recuerdo las matanzas como un día de fiesta muy divertido, todo el mundo estaba muy alegre, aunque nunca asistí al momentazo del asesinato del cerdo. De niño era muy mixiricas, como puedes intuir: de hecho, las vacas me daban mucho miedo, aunque recuerdo jugar en el campo todo el verano y tener el cuerpo lleno de arañazos, chichones, moratones y picaduras. Utilizaba dichas lesiones como salvoconducto para conseguir mimos y, más concretamente, golosinas de los familares.
    Cuando en verín me encuentro a la gente que se quedó por allí, me encanta verlos tan saludables y rubicundos, con esa cara de sanotes de pueblo. Y no tienen malicia, pero silos pillas de malas lo mismo de sacan las tripas. Últimamente hay mucha moda de cocaína por los pueblos de Galicia y la gente saca lo peor de sí misma...

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  4. Por cierto el mongolo de la foto es el de Deliverance. No la has visto??? Tienes que verla: Burt Reynolds perdido en el monte y asediado por paletos desquiciados. Muy buena tío!

    http://www.youtube.com/watch?v=Uzae_SqbmDE

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  5. Sí, por aquí hay cada pieza de museo que no veas...a mí me calan enseguida que no nací aquí y eso que llevo las tres cuartas partes de mi vida...pero tengo mis artimañas...
    Si que ví esa peli, No me acordaba la verdad que el nota se me resultaba conocido...pero, no sé si la confundo con una de unos cazadores de ciudad que van por el bosque y salen unos furtivos a hacerles animaladas, a uno que es gordo lo sodomizan sin piedad encima de un tronco de un árbol, creo que hay muchas pelis en los 70 sobre el género.

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  6. Ah tío, no te pierdas el sábado ésto en la 2 a partir de las 22.00H , la peli de la vida de los otros es muy buena, el docu promete:

    http://www.rtve.es/?go=111b735a516af85c803e604f4546adce4c9885a8e53805c69ad49e29577ac993aa2a0658da481224df52a23e96de896a230fec74bf1672930ae867a907233e1df94f28a66dbf4463

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  7. Al final hablamos de la misma peli, cuando la ví hace años la escena me pareció muy fuerte:

    http://www.youtube.com/watch?v=yj4LnfkdJDM&feature=related

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  8. Muy buena Deliverance. Difícil de conseguir en DVD a no ser descargándosela. Te recomiendo el 'Perros de paja' en la que sale Dustin Hoffmann; otro choque cultural con el ingrediente sexual de la rubia.
    Sobre lo que es la vida en el campo, cada uno tiene su visión. Supongo que con el Walden de Thoreau te habrás meado de risa, ¿No?
    Yo también he asistido a la matanza del gorrino, aunque mis temporadas en el pueblo de mis padres se reducen a los veranos de mi infancia. El resto del tiempo he pisado asfalto de barrio.
    César

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  9. VIVA LA MATANZA!!!! la sangre, los gritos del gorrino, el cocido pa comer, el raxo y la zorza, las filloas, la peña entusiasmada con los trozos de carne de un lado pa otro, la sal, el jamon... VIVA Y VIVA Y VIVAAAAAAA

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